- por Tina Gardella para el Diario del Juicio
El portón, el sencillo portón de
tablas del Arsenal, se abre prestamente para que pase la comitiva. Jueces,
querellantes, defensores, personal del TOF, peritos, organismos de DDHH,
familiares, periodistas, estudiantes y sobre todo, los sobrevivientes-testigos
con sus grupos de contención, configuran la nutrida comitiva. Se desplazan
guiados por el personal de gendarmería que en cada curva del camino indican
hacia donde seguir. Es viernes 13 de setiembre y el camino lleva hacia los
lugares que certifican por qué el Arsenal fue el Centro Clandestino de
Desaparición, Muerte y Exterminio más grande del Noa.
Se respira la avidez de las
miradas, se habla en voz baja, se acompaña, se acompañan; los movimientos
parecen torpes ante un terreno irregular, tan tenso, seco y abrupto como las
sensaciones que quizás embargan a quienes
por su rol, por su lazo o por el sentido histórico del hecho, están allí. Hay
estupor. Hay algo de indescifrable aún y de ese entramado tan bien conocido de
familiares, querellantes y organismos por la satisfacción de logros alcanzados
y al mismo tiempo la desazón de no tener y
no saber todo lo que se debe tener y saber.
La situación difiere de la vivida
años atrás cuando se señalizó al Batallón de Arsenales 5 Miguel de Azcuénaga
como Sitio de
“Aquí estaba yo; así estaba yo”, dice Ramón y su ser todo certifica
y remite al testimonio que diera el 30 de mayo. Pero su testimonio ahora está
situado en la materialidad de esa pared sur de ese fatídico Galpón Nº 9 donde
lo tuvieron, y aunque el presidente del tribunal se esmere en explicarle que
sólo debe hablar en relación al reconocimiento, no puede dejar de
contextualizar e historizar ese reconocimiento. Porque no se puede dejar de ser
lo que se es en la construcción de ese relato que constituye la memoria como
una compleja red de interrogantes y/o preguntas.
Porque si algo queda en claro en
estos “reconocimientos” es que habrá siempre más preguntas que respuestas en
los recorridos por lugares, pisos, techos y paredes. De qué manera
entender, sino a través de preguntas, ese imponente conjunto de cinco fosas que
halladas en 2011 dan cuenta de métodos, de circuitos, de hallazgos, de fuegos
que queman pero que no apagan las almas y los ideales…
Los lugares/sitios, recorridos y
andados, son territorios de la memoria no sólo por el reconocimiento colectivo
a través de los sobrevivientes. Son territorios porque ahora los habita la
conciencia de preguntas que remiten a algo más que lo pasado. Son territorios
del presente porque obligan e interpelan a pensarlo desde un presente que tampoco
tiene unívocas respuestas.
Esa imagen de fosas está cargada
de preguntas y nos habla del presente de juicios, de políticas de Memoria,
Verdad, Justicia, de conciencia colectiva, de nuevas subjetividades; expresa
algo más que un pasado.
Por eso construimos casi sin respuestas únicas
y cerradas, porque todas las respuestas tienen el esperanzador sentido que le
diera Juan Nóbile del EAAF, acerca de que por ahora la ciencia no puede
identificar a partir de partículas tan pequeñas y desintegradas… pero hasta
hace no mucho, tampoco se tenía idea del ADN…
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